El estafador del ratón Pérez

Si Netflix  tiene al estafador de Tinder, nosotros tenemos al estafador del Ratón Pérez.

«¡Papá, papá, mira! ¡Se me cayó otro diente!», me dijo Mateo al regresar de la escuela.

Había ocurrido durante la hora del refrigerio, tras un fallido mordisco a una manzana

 «¡Voy a ponerlo debajo de la almohada para que el Ratón Pérez me traiga una moneda!», siguió emocionado y casi saboreando el helado que pensaba comprarse con ese dólar en la tienda del barrio.

-Esta vez no creo que te la entregue, le dije serio, firme, como cuando se prepara a alguien para una mala noticia. 

«¿Por qué?», me reclamó frunciendo el ceño.

-El Ratón Pérez solamente deja monedas a los niños que duermen en su cama.

Mateo se quedó pensando un momento en silencio. Desde hace meses se había mudado a la cama de sus papás y, como en cualquier invasión, se había apropiado del espacio a la fuerza y con chantaje emocional. 

«Ya sé», me dijo un momento después. «¡Tengo una idea! Hoy dormiré en mi cama y luego de que el Ratón Pérez venga; recojo la moneda y me voy al tercer piso para acurrucarme con ustedes y que no me haga frío». 

No necesitó convencerme. Sabía que una vez dormido se quedaría hasta el siguiente día. Desde pequeño nunca tuvo problemas para conciliar el sueño. Cuando cierra los ojos y lo abrazo, no hay poder humano que lo haga levantarse.  Pero esa noche, no era como cualquiera…

Tomó una bolsita roja de gamuza de mi cajón (donde se suele guardar joyería) y la puso bajo su almohada con su diente de leche. Se colocó su pijama de osos y acomodó los peluches en la cabecera de la cama. Luego, se cubrió con las cobijas y comenzó a roncar como motor de carro viejo. No hizo falta leerle un cuento o poner un podcast en el teléfono.

Me fui a descansar pensando en lo mucho que iba a disfrutar que nadie me patee en las costillas por la madrugada o me golpee con la mano en la cara al cambiar de posición. Ni que me quite la cobija por la noche o se levante a pedirme agua antes del alba. 

No duró mucho. Pasadas las 23:00 se escuchó el sonido de una puerta de madera abriéndose en el segundo piso. Me levanté pensando que eran ladrones. Luego, se oyeron pasos presurosos en las gradas que también son de madera. Era Mateo, con los ojos más cerrados que abiertos, abriéndose paso raudo con la bolsita de gamuza en la mano.

Saltó a la cama y se acomodó en la mitad.  Le dije que me entregue la moneda para colocarla en el velador, pero se negó. ¡No, papá!, me dijo balbuceando. “Si el Ratón Pérez se da cuenta que no estoy en la cama me la va a quitar”. 

Entonces, apretó duro la bolsita y se la llevó a su pecho antes de dormirse nuevamente. Eso sí, con un ojo abierto, por si ese tal Pérez volvía para hacer justicia ratuna.

3 comentarios en “El estafador del ratón Pérez

Deja un comentario