
14/04/2019 Mirada de Picardía de Mateo Jaramillo Dávalos.
De pronto nos vimos ahí; nerviosos. Sentados frente a la psicóloga de la escuela aguardando en silencio a que nos aborde.
Ella, tras la mesa, lucía altiva. Igual que una gerente recién posesionada de institución pública a punto de evaluar al personal ocasional. Buscaba el informe de Mateo en una pila de documentos agrupados dentro de una carpeta de cartón azul, parecida a las que se usaban para conservar los prontuarios en la Policía Judicial.
Comenzamos a inquietarnos con la demora. Luego de cinco minutos frente a ella ya no atinábamos en dónde poner las manos inquietas, mojadas de sudor. Estábamos sentados en aquellas sillas pequeñitas. Esas que parecen hechas para que los pies de los niños no bailen cuando se sientan y queden anclados al piso; quietos, como adultos. Sillas de niños para que estén como adultos.
La psicóloga finalmente se dirigió a nosotros, con el mismo tono de voz benevolente de una novia que quiere terminar con su pareja y no halla la combinación de palabras precisa para hacerlo. Comenzó hablando de lo positivo, como si en verdad eso disminuyera la tensión:
-El niño es muy inteligente, dijo de Mateo
!Ya lo sabemos¡, contesté simpático tratando de romper el iceberg que nos separaba. Pero a la psicóloga no le pareció gracioso. Ni pestañeó; me miró fijo, yo callé y ella continuó.
-Aprende con facilidad
Y entonces llegó la palabra imaginada. Esa que de inmediato marca oposición, contradicción, que riñe con cualquier afirmación previa y manda al carajo cualquier cosa que se haya dicho.
PERO….
Entonces comenzó con el prontuario. Mateo no sigue reglas, no hace lo que la profesora dice, usa términos que no son propios de su edad y tiene momentos de agresividad con sus compañeritos.
Conclusión: ¿Qué está pasando en casa?
Intenté explicarle que en casa no hay escenas de violencia. Somos seres de luz. Que nunca decimos malas palabras. De hecho, como prácticamente toda mi vida he vivido de ellas, considero que habiendo tantas e infinitas maneras de decir las cosas, el acudir a esos términos no solo es flojo, sino de muy mal gusto.
También le comenté que con nosotros Mateo no es agresivo, aunque si muy desobediente; mimado. Ella solamente nos miró serena. Me di cuenta entonces que nada de lo que dijese en adelante importaría. Cuando terminamos de hablar, la psicóloga siguió con su peroración.
Ustedes deben reforzar en casa estableciendo límites. Y también resaltando las cosas buenas que hace. Verbalizar (nunca olvidaré esa palabra) o sea decir las cosas tal cual, sin usar generalidades o acudiendo a maltratos. No puede dejar que vea televisión o dibujos en el celular sin supervisión. Es ahí donde se apropia de términos o conductas que no son recomendadas para los niños.
Yo sí verbalizo, pensé de inmediato, pero ya no me atreví a decirlo en alta voz. Estaba en la silla de niño, no del gerente. Entonces, la psicóloga llegó a la parte que realmente me tocó. Si cree que comprándole cosas compensa el tiempo que no está con él, no es así. El niño necesita ganarse las cosas, aprender lo que es la frustración y saberla manejar.
De pronto se me cruzaron por la cabeza los juguetes, los helados, las pijamas de superhéroes, los huevos de chocolate con sorpresas que me he acostumbrado a llevar a casa luego del trabajo ¿En verdad estoy atentando contra su normal desarrollo social?, me cuestioné.
De acuerdo, le dije con la cabeza gacha a la psicóloga. Cuente con nosotros para ir corrigiendo en casa los comportamientos. Salí pensativo, movido el piso, cuestionándome si en verdad soy un mal padre para Mateo. Había que hacer algo; dejar de llenarlo de regalos y establecer un sistema de premio castigo que le permita, como dijo la profesional, ganarse las cosas.

14/04/2019 Sistema de premio y castigo para que Mateo pueda mejorar su comportamiento.
Pensé de inmediato en una matriz de esas que tanto me gustan. Debía ser algo más sencillo al acostumbrado excel que suelo usar en el trabajo. Pero además inclusivo y participativo, para que Mateo se sienta parte. Casi casi como proyecto de interés social del Gobierno.
Nos sentamos con él y diseñamos un calendario con actividades cotidianas como desayunar, lavarse los dientes, recoger los juguetes, entre otras. Cada vez que cumple con una de sus tareas gana un visto. Con cinco vistos se hace merecedor a una sorpresa.
La primera, un reloj de arena, ya la consiguió. Él se encarga de hacer los vistos y ahora hasta me espera para marcarlos en el calendario, con el marcador de punta gruesa, cuando llego a casa.
En los últimos días ha estado obsesionado por ir a la Playa y visitar a su tía en Guayaquil. Está a solo tres vistos más de conseguirlo y estoy seguro que los obtendrá. Yo, en cambio, todavía estoy a unas cuantas decenas de vistos de sentirme un mejor papá.
Tus vivencias con el joven Mateo son de la mejor, no he parado de reir, como también no he parado de reflexionar. Todos tenemos como adultos ciertos comportamientos que debemos mejorar no solo para ser buenos padres como es tu caso. Sino el de ser buenos vecinos, amigos, esposos, pareja, hasta tenerle de pana al dog de la casa. Me ha gustado mucho tu blog, lo seguiré y siempre trataré de hacer un comentario al respecto. Un abrazo fuerte. Para ti, para Mateo, y Verónica. Atte. Jorge Apunte A.
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