La Granja y su pacto con el demonio

Cada vez estoy más convencido de que el autor, o los autores, de las canciones infantiles de La Granja deben tener un pacto con el demonio. No encuentro otra explicación al efecto que logran en los niños.

Cada pato, cada vaca, cada pollo saltarín de colores los hipnotiza… No pueden apartar la mirada del televisor o del computador.  Su cuerpecito se mueve al ritmo de la música, como  si una fuerza demoniaca los poseyera.

El mundo puede caerse a su alrededor. No importa. Lo que los niños aman es La Granja. Da igual si es La Granja 1, 2 o 3 o la última versión del Reino Infantil. Con ese oso rosado de calzones turquesa  que parece estar bajo los efectos de alguna sustancia psicotrópica.

La Granja es una institución. Funciona mejor que el tempra cuando están enfermos. En esos desesperantes momentos en que no pueden estar un segundo quietos en el vehículo en movimiento o incluso cuando no quieren comer la sopa. Es el caso de mi Mateo.

Ya se ha convertido en un ritual durante los almuerzos y meriendas en casa. Hacen falta los seis patos gordos, flacos y rubios, para que no se desperdicie la acelga, el brócoli o la quinua que la tía o la mamá le preparan a mi hijo, con la esperanza de llegar un día donde la pediatra y que no nos insulte porque está «bajo de peso».

Apostaría a que si se pudieran reproducir  las canciones al revés, como antes con los cassettes de  música, hasta se podría descubrir los mensajes subliminales ocultos tras esas dulzonas letras infantiles de gatos y ratones bailando Twist.

¿Se acuerdan de Black Sabbath, Mecano, Yuri o la misma  Xuxa y sus paquitas?  Decían que su famosa Danza de Xuxa, al revés, en realidad lo que decía era: «El diablo es un magnífico». Y que su traje, con vistosos motivos, tenía símbolos satánicos como el 666 y  cruces invertidas.

Son cosa del demonio…. Tanto, que ya no podemos prescindir de ellos. Están en formato MP3 en la memoria de la radio del vehículo, para los viajes largos con mi  Mateo. Y en el teléfono celular, para cuando nos place comer fuera de casa.

Se hicieron parte de la familia y seguirán así al menos hasta que el Mateo crezca y cambie sus preferencias musicales… o coma la sopa.  Lo que pase primero.